Cute Italy, (Cápitulo 4)

Se acercan poco a poco, hasta que los labios de uno se funden en los del otro, sus pupilas se dilatan y están atentas a cualquier movimiento. Las manos de Cristal inquietas no paran de temblar, y rozar las yemas de su dedo gordo con el filo de sus delicadas uñas. No les hace falta esconderse, ni gritarse que la atracción que sienten es más que evidente, se acercan más de lo que el padre de Cristal estaría dispuesto a consentir. Y poco a poco, el cielo, la terraza, el mundo se desvanece, al igual que su ropa. Cierran con llave la puerta de la terraza, y sus manos acarician el fuego, la pasión, el ardor, y puede que hasta el amor inevitable. Duermen juntos, sueñan los dos. Ella no para de sonreír en sueños.
Deben despertarse temprano, más de lo que les gustaría, a las 8 de la mañana el la mira, no para de mirarla. Su mirada haría que el hielo más congelado del mundo terminara siendo agua hirviendo.
-Buongiorno, bella.
+Buenos días, bello.
Recogieron sus cosas, lo más rápido posible, y se subieron en un taxi, que los llevó al puerto, para subirse en un barco que los llevaría a Sicilia.
Cogieron el Ferry Traggety Tirrenia, y desayunaron en el barco, cosa que realmente, no estaba demasiado bien, puesto que sin saberlo a ella le mareaban un poco los barcos. Debía estar de pie todo el trayecto. Aquello la incomodó un poco, pero tampoco demasiado, puesto que Alex (Que así era como se llamaba) le agarraba por detrás de la cintura, y le recordaba lo bonita que era.
El cielo estaba despejado, el sol estaba en su lugar, y la brisa que corría hacía que el pelo de Cristal se ondulara y des ondulara de forma extremadamente sensual.
Y entonces volvió a suceder, otra sorpresita más, y esta vez de unos 10 centímetros de alto y de aguja.
-Alex... Yo... No, no puedo aceptarlos. Gracias, pero no. Esto es demasiado.
+Todo es poco para mi principessa.
¿ Sabéis esa sensación de que todo va bien, de que todo va demasiado bien? Pues inundó a Cristal de tal modo, que cada cosa buena traía con ella una pequeña mala.
-¿Y para qué me los pongo?
+ para ballare. Per suposto.
-¿Cuándo? ¡Qué vergüenza!
+ En la discoteca, stasera, en Il flamenco blu.
-¿Qué me pondré? Eso suena caro, y yo, pues... No quiero decir que sea una muerta de hambre, pero , joder, que tampoco tengo para un vestido de Dior.
+Questo round su di me!
-¿Eso que quiere decir?
+ Que no te preocupes por el dinero, créeme. Sea barato o costoso.
-Alex, sabes que eso no me gusta. No me gusta nada, niente.
+Shh, no malgastes la dulzura de tus labios diciéndome que no, tan solo , quiero que me des algo a cambio.
-Alex, no sé si te estás equivocando, yo no soy...Si te refieres a eso, yo no...-Alex interrumpiéndola con una risa tonta +Padrona, me refiero a una sonrisa, una picoleta sonrisa.
Y de nuevo una sonrisa, una de verdad, de esas que no tienen nada que ver con lo material.
+Vamos, mi piccola, ¡Las tiendas nos esperan!
Compraron, vaya si compraron, vestidos por donde alcanzara la vista, porque ella le dio a elegir a él, y a él, le gustaron todos. Uno rosa palabra de honor, otro azul agarrado del cuello, una blanco de escote atrevido, uno amarillo de espalda descubierta, un traje de vestido y falda a rallas. Y mil prendas, con bolsos, con pendientes, collares y mil pulseras.
Así se les paso el día, y aun en un probador el espejo fue testigo de su amor. De sus besos, de las caricias que rozaban más que la piel el alma, y atravesaban el corazón.
Llegó la hora de la cena.