lunes, 29 de agosto de 2011

Cute Italy, (Cápitulo 3)

El borde de su cama estaba tapado por miles de camisetas, y las almohadas estaban descolocadas, y una había tenido un increíble trayecto hasta la esquina baja izquierda de un ventanal. No podía dormir, no paraba de pensar en conjuntos que podría ponerse para que él la mirase de una forma u otra, aunque el lado norte de su cerebro le recordaba claramente que su querido mr. mequetrefe, era el cretino, el chico que sin conocerlo ya lo odiaba, era ya casi, una locura, una locura de niña de 14 años. ¡Qué larga noche le esperaba! Se imaginaba que << era un chico perfecto, seguro que era modelo, y rico, seguro que la llevaría a los lugares más bonitos de italia>> y cuantas cosas más dijo en voz casi susurrante antes de que alguien tocara a la puerta.
-¿Sí?
A las 2 de la mañana no era normal llamar a la puerta de una habitación de hotel, estuviera en el país que estuviera...
-Servicio de habitaciones.
-No he pedido nada.
-A mí solo me han dicho que lo traiga, ¿Qué quiere que le diga?
Abrió, total, mucho no le podrían hacer en un hotel lleno de testigos que iban y venían.
-Aquí tiene.
Una cajita azul turquesa, con una moneda de 1 céntimo en la parte superior y un corazón dibujado con un rotulador permanente rojo.
Esperó a que el hombre se fuera, entró , con una sonrisa que casi iluminaba media Italia. Se tiró sobre la cama, sin si quiera pensar en que habría dentro, ya sabía de quien era, ya sabía que si no lo habría no podría dormir ni morir tranquila.
Poco a poco levantó la tapa, tocándola con el filo de sus uñas pintadas con la bandera de Italia. Sacó delicadamente una postal de la isla de Sicilia. Una playa, se apreciaban 6 rocas de un rojo arenoso, una preciosa playa, desde luego, un paraíso. Le dio la vuelta casi deseando que el chico apareciese como sí tal cosa...

Querida sognante:
Con mi mal español , y tu peggio italiano, no hemos podido parlare lo suficiente.
Por esa ragione cerca el fondo de la caja.
Bella incontreremo di nuevo.

En el fondo de la caja habían 3 cosas, una llave con una etiqueta en la que ponía "terrazza" y dos pasajes en barco a la Isla de Sicilia. Su cuerpo se convirtió en una bomba de relojería, tic tac, y ¡Boom! acaba de estallar. Ese brillo en sus acaramelados ojos. Esa sonrisa vergonzosa que salía de sus perfectos labios.

¿Qué haría? ¿Subir ya? no, pensaría que muere por sus huesos, pero si no subía podía pecar de soberbia y que a él no le interesase más. ¡Cuanto le hacía falta Clara! Ella podría haberle aconsejado que hacer exactamente, o por lo menos, le hubiera dicho lo que no podría hacer.
Parecía mentira a sus 18 años enloqueciendo por un guiri, bueno en este caso la guiri era ella.
-¿Y ahora qué, eh Cristal? ¡Es un cretino, no merece la pena, nunca con uno así! ¡Pero es tan... y tan... pfffffffffff, sé sincera te encanta!
Se decía frente al espejo del baño, pintandose los ojos, pero ¿Qué hacía? todavía no había ni decidido que iba a subir. Aunque era claro el impulso que sentía.
Apagó la radio, cerró toda la puerta del baño, miró las vistas, apagó la luz, y se sentó frente a la ventana, debía escuchar a su corazón.
Escuchar y aprender que es lo que sentía, que es lo que quería sentir y qué era lo que necesitaba sentir. Lo tenía claro.
Cogió el bolso, la llave de la habitación, su mejor brillo de labios, y unos tacones azul metalico que pegaba con sus camiseta, y combinaba con su pantalón.
Salió cerró la puerta con cuidado, y pensó que por el ascensor le quitaría algo de magia, así que poco a poco subió hasta la terrazza. ¡LA INCREÍBLE TERRAZZA!
Estaba decorada con un gusto exquisito, césped artificial, madera oscura para la sillas y mesas con piezas de cristal. Un jacuzzi rodeado de palmeras de un metro y poco más, un lugar perfecto para fotos, pensó.
Él estaba en una tumbona, en una especie de palco, del que caías al vacío. Bueno no, caías a la calle Laurentina más o menos al nº 554... Aunque depende del viento. En fin, las mejores vistas que ella pudo ver, no había nada que la separara de aquel lugar , de esa magia que le entraba por la traquea, aunque la dejaba sin respiración.
Los ojos de Mr. mequetrefe eran más llamativos allí, a la luz de las típicas antorchas hawaianas aunque ahora daba un toque étnico. Se miraron, y aunque parezca típico, o demasiado surrealista es cierto, empezaron los fuegos artificiales más bonitos de toda Italia, los de las fiestas de Roma. Dicen que esos fuegos son los que hacen el amor entre las estrellas y las personas que los admiran. No paraban de mirarse, no necesitaban palabras... No necesitaban nada más que la pupila atenta de uno en la del otro

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