Cute Italy, (Capitulo 1)

-Que sí, mamá que está todo. Mira, llevo 4 maletas, no me van a dejar llevar más al final..
+Ya verás , cuando llegues dirás ¡Mierda, se me ha olvidado algo...! Si hubiera echo caso a mamá...
-Mamá, no me quedan más cosas que llevarme, parece que me mudo, solo me voy un mes, te llamaré, lo prometo...
+Te quiero. Todo lo que hago, es por eso... Lo sabes ¿No?
-Claro que sí mami, aiss pero si tengo lo más bonito del mundo entre mis brazos.
+No hagas locuras.
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Pensaba Cristal, mientras se acercaba al avión, miedo, pasión, desenfreno, libertad, terror, todo ello corría por sus venas... Un verano en Italia, pero de verdad, con todo aquello que ella quería visitar... ¡Deseaba comerse el mundo!
Un día después llega a Italia, a Roma, un bonito hotel, unas 4 estrellas...
No le interesa ver que hay en el hotel, solo quiere dormir un rato... Descansar de ese incómodo asiento de avión.

Bueno, ahora ya está preparada, y sabe donde va a ir perfectamente, directa, le da igual lo que se ponga por medio... Está preciosa, pese a su pésimo descanso... El pelo ondulado le cae por los hombros, el pantalón corto deja a la imaginación lo exigido, y la camisa, pega con sus sandalias... Blancas. Coge el bolso, la reflex nikon, un bolso, y ¡Lista!
Está apunto de traspasar la puerta del hotel, entonces el botones le llama, ella se gira él le dice : ¿Quiere un mapa señorita?, ella hace un gesto de tenerlo en el bolso y justo cuando gira ¡PUM! se da un cabezazo con un chico, ambos caen al suelo.
Ella siente una ligera descarga eléctrica que empieza en el dedo meñique del pie, y llega hasta su cabello. No sabe ni por qué.
-Podrías mirar por donde vas, no sé, quizás te ahorres alguna denuncia, y alguna visita al hospital...
+Perdona... No entiendo. Yo distraído, perdón.
-Ciao.
+No, yo querer tus perdones. Tú también distraída.
-¿Qué? Si hombre... Venga hasta luego eh...
Salió indignada. ¿No decían que los italianos eran románticos? ¿Por qué le tocaba a ella la excepción, sus amigas habían conocido a chicos encantadores, y a ella le tocaba ese mequetrefe estúpido? ¡Pues menudo chasco!
Pasado esa mancha en este perfecto viaje, se dispuso a ir a la Fontana de Trevi, aunque de haberlo sabido apuesto a que jamás hubiera ido allí.
No deseaba conocer Roma, quería vivirla. Sentirse de allí, viva, era una simple escusa para ir a algún lugar donde no conociera a nadie. Donde todo el mundo pudiera juzgarla, que le daría igual. Un lugar donde en sus recuerdos, no habría un protagonista ni un antagonista, solo ella, ella y su mundo. Y dada la situación, ¿Qué mejor que una vespa? Sentir su largo cabello al viento, ver todo sin un cristal protector de por medio, por su propia mirada, por su propio camino.
Llegó a la Fontana, bajó de la moto, y se acercó casi corriendo. Buscó en su bolso una moneda, una de 1 céntimo. Siempre ha dicho que esa moneda era pequeña pero poderosa, si te la encontrabas daba suerte, siempre te la dan en las tiendas aun con el poco valor que tiene, se puede llevar siempre. Y más curiosidades, tontas, pero que a ella le encantaban.
Se giró cerró los ojos, agarró fuerte la moneda, la apretó muy fuerte, y la tiró.
Un deseo, quizás se cumpliera. Quizás fuera lo que ella necesitaba, o quizás lo que ella quería. Son cosas diferentes. Y yo creo que era lo que necesitaba.
Alguien le pisó la zapatilla por la parte del talón y eso es odioso, lo sabe todo el mundo, así que se giró a mirar quien había sido. Y vio a un chico dado vuelta. Pelo corto moreno, espalda bastante amplia seguro que musculoso, culo perfecto, piernas fuertes, y unas zapatillas de una tienda desconocida. Le encantó.
Ese chico se dio cuenta de su error se giró, la miró, y ambos quedaron impactados. Mr. mequetrefe estúpido había vuelto a hacer de las suyas, pero lo cierto es que era impactante su belleza. Un Dios griego, mezclado con uno romano, más una especie de modelo de alguna marca de perfumes. Aun así lo odiaba. Lo odiaba muchísimo, Mr. mequetrefe era un cretino.
Él sonrió dulcemente, y ella se derretía por dentro aunque la fortaleza que le daba el coraje costaba mucho de romper.
-Otra vez tú, como no.
+Perdone señorina. ¿Como se dice? Me debes un perdón.
-Eres pesado eh... ¡Qué no!
+Está bien, pues deme una sera al tuo lado.
-Sí, pues no la llevas tú clara... Adiós